«...Pregunta: Doña María Fernanda Ladrón de Guevara, su madre, le enseñó muchas
cosas.
Respuesta: Sí. Más que a ser actriz, más que nada, mi
madre me enseñó a envejecer con alegría. Que tengo años, pues qué bueno. Voy a cumplir
70 en febrero, y encantada, porque si no los cumpliera es que no estaría en
este mundo. Llevarlo lo mejor posible. Tampoco tienes que ser una vieja
cachucha, decir ya no me arreglo, ya ni me pinto, me afeito la cabeza y me voy
con el Dalai Lama. No. Los vives lo mejor posible. Otra cosa que decía mi madre
es que la vejez es la falta de curiosidad. Yo todavía tengo curiosidad por las
cosas.
P.: El mundo que la rodea, ¿qué le parece?.
R.: He vivido cosas peores. Una guerra nuestra,
espantosa, cantidad de temblores, terremotos. Con todos los años que tengo he
vivido muchísimas cosas, pero soy bastante optimista. Lo peor es cuando van
desapareciendo los amigos, lo que ha sido tu mundo. Yo, por ejemplo, veo una
película mía de hace 30 años... En este momento nada más quedamos dos personas
vivas de cuantas hicimos El
clavo: el gerente de producción, Enrique
Balaguer, que, gracias a Dios, está como un sol, y yo.
P.: Fue usted siempre rebelde e independiente.
Tuvo una hija estando soltera. Duro para la época, ¿no?.
R. Sí, pero tampoco ahora es una gracia. Quise
tener a mi hija y no casarme, por mi voluntad. En aquella época, todas las
proposiciones matrimoniales incluían que me retirara, y yo quería seguir con mi
carrera, vivir normalmente. Eran tiempos en que te casabas para siempre, no
había divorcio y no podías ni salir del país porque figurabas en el pasaporte
de tu marido. Y yo era y soy independiente. Mi madre me aplicó el refrán de los
chinos: me dio una caña y me. enseñó a pescar.
P.: A estas alturas, ¿qué es lo que la rebela?.
R.: A mí, pocas cosas me han sacado de quicio,
pero una de ellas es la injusticia, que siempre me revuelve. Lo que está
pasando en Ruanda, lo que pasa en todos esos sitios, eso es una injusticia.
Sobre eso, una no tiene poder, no puedes hacer nada. Mandar dinero, sí, pero
¿qué solucionas? ¿tú has visto que imágenes? Y te dices, ¿cómo será posible que
yo me queje porque hace calor? Pero por lo demás, por estupideces, ya no me
llevo ningún disgusto, y por cosas relativamente importantes, tampoco. Yo me
acuesto todas las noches con Amparo Rivelles, y quiero estar contenta con ella
y dormir divinamente...»
(María Amparo RIVELLES Y LADRÓN DE GUEVARA; Madrid, 11
de febrero de 1925 -
7 de noviembre de 2013. Algunas respuestas en
“Envejecer es la falta de curiosidad”,
entrevista realizada por Maruja Torres para su sección “Entrevista: Mujeres” de El País, 6-8-1994.)
Así, Amparo Rivelles, situada en medio de
una saga de gentes de la farándula y vinculada por necesidades laborales a los
grandes nombres del primer cine
franquista como primera gran estrella femenina de la mírtica productora Cifesa (desde su debut con Armando Vidal en 1940, Mary Juana; hasta hacerse
la Malvaloca
de Luís Marquina en 1942; ser Eugenia de Montijo para Jose López
Rubio en 1944; tener La fe para Rafael Gil y sentir Angustia
para José Antonio Nieves Conde en 1947; o ser La leona de Castilla para
Juan de Orduña en 1951 en casi un par de docenas películas entre las más
populares de la época, supo aprovechar un traslado teatral a México para una
representación de seis semanas a mediados de los años cincuenta del pasado
siglo para, en compañía de María Fernanda, su “hija de soltera”, quedarse ¡24
años! respirando un aire fresco muy distinto (y distante) al de la opresiva
atmósfera de la dictadura española.

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