lunes, 20 de mayo de 2013

Ha muerto Aleksei BALABANOV, versión rusa del retrato de la inquietud cotidiana



 
«-Yo, en cambio, creo en Dios. Últimamente tenía mis dudas, pero ahora sólo me falta oír una frase sublime. En esto me parezco al filósofo Diderot. ¿Sabe usted, santísimo mayor, cómo se presentó al metropolitano Platón, cuando reinaba la emperatriz Catalina?... Entra y dice sin preámbulos: “¡Dios no existe!”. A lo que el alto prelado responde: “¡El insensato ha dicho de todo corazón que Dios no existe!”. Inmediatamente, Diderot se arroja a sus pies y exclama: “¡Creo y quiero recibir el bautismo!”. Y se le bautizó en el acto. La princesa Dachkhov fue la madrina, y Potemkin, el padrino...

‑Esto es intolerable, Fiodor Pavlovitch -exclamó Miusov con voz trémula, incapaz de contenerse‑. Está usted mintiendo. Y sabe muy bien que esa estúpida anécdota es falsa. No se haga el pícaro.»

(Aleksei BALABANOV; Sverdlovsk -hoy Ekaterinburg- Sverdlovskaya, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, 25 de febrero de 1959 - Solnechnoye, Sankt-Peterburg, Rusia, 18 de mayo de 2013.  
Diálogo en una iglesia entre Fiodor Pavlovitch y Artem Miusov, catedrático universitario de Ateísmo Científico, en la escena final de la película Груз 200 (Gruz 200) -Cargo 200-, 2007.)



La versión rusa de la violencia estilizada y el acercamiento surrealista a la inquietud cotidiana nos abandona prematuramente... Un paro cardíaco deja tras de sí  la obra eminente cuajada en un escaso par de decenas de películas, con propuestas tan sublimemente turbadoras como Брат (Brat –Hermano-, 1997), Груз 200 (Gruz 200 -Cargo 200-, 2007) o Морфий  (Morfi –Morfina-, 2008)... Una carrera iniciada hace poco más de veinte años con Настя и Егор (Nastya i Yogor –Nastya y Yogor-, 1989) y frenada hace apenas uno con Я тоже хочу (Ya Tozhyo Jochu –Yo también-, 2012) y el Premio al Mejor Director en el Festival Internacional de Cine de San Petesburgo...



Aleksei Balabanov estuvo en el 47 FICXixón (2009), para recibir el homenaje de un ciclo de siete películas. Y nos deja ahora en la bruma confusa que en Arlem, el catedrático de Ateísmo Científico de Cargo 200 (una de las películas que vimos entonces), provocaban las sombras cotidianas de una destilería clandestina o una iglesia de la Unión Soviética del año 1984 (sí, el mismo en el que, sesenta años antes, George Orwell situara su Gran Hermano, ¿mera casualidad?).



Unas sombras pobladas por siniestros personajes, zafios o cultivados, dispuestos a inventar lo que sea para dar cuerpo experiencial a lo transmundano... Sombras de las que formaban parte sus propias inercias intelectuales.



En fin, como esos ministros dispuestos a inventar todo tipo de avales fácticos (más o Я тоже хочуmenos adornados por constructos estadísticos perversos, tópicos, lugares comunes y otras flores del jardín de las falacias) para legitimar su reformismo ideológico... A los que, con relativa frecuencia, se responde desde otra tribu de la casta política con el simpleza paralizante de un “defendella y no enmendalla” que deriva en un diálogo de besugos y, lo que es peor, en la perpetuación del mayor de los caos normativos bajo el que se asfixia a la ciudadanía.



Nacho Fernández del Castro, 20 de Mayo de 2013

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