«—¿Cómo es que llegaste del fútbol al cine?.
—Me ha
gustado el cine desde pequeño, desde que mi padre un día trajo algo escondido
bajo el abrigo —era un proyector de cine Pathé Baby— pidió que le
plancharan una sábana y nos puso a Charlot. Ese fue mi primer contacto con el
cine. Luego estudié, jugué al fútbol, cofundé un cine-club y estuve muy
integrado en los cine-clubs hasta los 23 años. Entonces dejé el fútbol y me
vine a Madrid, monté una productora y me puse a hacer cine...
—Desde
entonces has sido sinónimo de cine de calidad... De productor creativo,
implicado en todas las etapas y los procesos de una película... ¿Cómo es,
básicamente, tu fórmula de trabajo?.
—Nunca he
sido un hombre de negocios, ni lo he intentado. No sé lo que es un productor
creativo: creo que una persona es creativa o no lo es. Depende un poco del
carácter de cada uno. Hacer cine siempre me pareció interesante y lo aprendí
haciéndolo. Siempre me ha interesado todo el proceso de una película: el guión,
el montaje... Empecé con los cortos y ya me interesó y seguí con ello... El
primero que me enseñó algo de iluminación fue Quique Torán, y después Luis
Cuadrado. ¡No son malos maestros ni mucho menos!. Y luego tuve maestros como
Carlos Saura del que también aprendí... Siempre he tratado de estar relacionado
con cada una de las partes que forman una película y siempre he tratado de
estar cerca de su desarrollo. Sinceramente creo que si la película está bien
tratada, bien trabajada, si se observa bien su crecimiento, es la propia
película la que exige su necesidad, la que te pide su forma de crecimiento. Por
eso siempre he tratado, cuando ha sido posible, de que las películas estén
rodadas en continuidad, porque así puedes ver cómo la película nace delante de
ti... Crea su propia vida. Eso es lo que he intentado siempre. Y eso es lo que
me ha llevado a rodar algunas cosas de una forma un poco fuera de lo común...
Como en El desencanto o Las palabras de Max: rodábamos, veíamos
el montaje y decidíamos qué era lo que necesitaba la película. Y hoy en día
sigo manteniendo esa manera de trabajo... Con el guión es lo mismo: trabajando
rigurosamente tienes la posibilidad de hacer una primera versión, corregirla,
etc.. Nunca he trabajado con un guión absolutamente cerrado. Los guiones de las
películas que produzco siempre tienen ese proceso.
—Se trata
de un proceso en el que el equipo ha de implicarse muchísimo con la película...
—Sí, pero
tened en cuenta que trabajo con un equipo que en su núcleo fundamental se
repite. Y ahora con las nuevas generaciones, aquellos con los que trabajo se
integran en este método. En el montaje, con Pablo del Amo, que ya no vive,
empecé a trabajar ya en los primeros cortos... Siempre he trabajado con
personas con las que conjuntamente hemos intentado trabajar de una manera
satisfactoria para todos. En el libro que hicieron sobre Pablo contaba una
anécdota que yo nunca me había atrevido a contar pero que ahora me siento libre
para hacerlo, en el montaje y en la discusión de una película cuyo título no
digo, en medio de la discusión Pablo me pegó un grito: "Elías, tú no eres
un montador, ¿sabes lo que eres?. Un carnicero...".»
(Elías
QUEREJETA GÁRATE; Hernani, Guipúzcoa, 27 de octubre de 1934 - Madrid, 9 de
junio de 2013. “Elías Querejeta. El
afán del delantero ante el penalti”, Entrevista realizada por Andrés y Santiago Rubín de Celis para Kane3, nº 9, Junio 2006.)
¿Cómo
no hablar de quien, voluntaria y prematuramente retirado de la práctica exitosa
de un fútbol todavía entendido en el sentido gramsciano del “reino de la lealtad humana ejercida al aire
libre” para sacudir la abundante caspa del cine español de los sesenta,
acabó por rendir a la parca sus casi setenta y nueve años
de mala salud de hierro?. Elías
Querejeta, ¿quién si no, fue un productor atípico ya en su tiempo (un verdadero
outsider para estos tiempos), ajeno
al negocio y absolutamente comprometido con el proceso creativo de cada
película desde el guión hasta el montaje... Corresponsable de la irrupción del
mejor Saura (su segunda producción -tras el debut con Noche de verano, 1962, de
Jorge Grau- sería La caza, 1963,
a la que seguirían Peppermint Frappé, 1967, Stress-es tres-tres, 1968, La
madriguera, 1969, El jardín
de las delicias, 1970, y ocho más hasta Deprisa, deprisa. 1981, y Dulces horas, 1982), de la eclosión de Víctor Erice (El espíritu de la colmena, 1973,
o El sur, 1983), Ricardo
Franco (Pascual Duarte, 1976),
Jaime Chávarri (desde El desencanto,
1976, A
un dios desconocido, 1977, y Dedicatoria,
1980), Emilio Martínez Lázaro (Las
palabras de Max, 1980), Manuel Gutiérrez Aragón (Feroz, 1984), Montxo Armendáriz (desde Tasio, 1984, hasta Historias
del Kronen, 1994), Fernando León de Aranoa (Familia, 1996, Barrio,
1998, y Los lunes al sol,
2002)... En los últimos años aún tuvo fuerzas para coproducir obras francesas
como La cité des enfants perdus (Marc Caro y Jean-Pierre
Jeunet, 1995) o Avant
que j'oublie (Jacques
Nolot, 2007), apoyar a jóvenes
documentalistas como Javier Corcuera (La
espalda del mundo, 2000, Invierno
en Bagdad, 2005), Eterio Ortega Santillana (Asesinato en febrero, 2001, Noticias de una guerra, 2007) o Sergio Oksman (Goodbye, America, 2006), y
acabar dirigiendo él mismo Cerca de
tus ojos (2009)... Y, por supuesto, produciendo todas las películas de
su hija Gracia (Una estación de paso,
1992, El último viaje de Robert
Rylands, 1994, Cuando vuelvas
a mi lado, 1999, Héctor,
2004, y Siete mesas de billar francés,
2007) menos la reciente 15
años y un día (2013), tres días después de cuyo estreno hizo el mutis
definitivo.
Delantero de raza, al fin, buscó siempre, con el
mismo afán que le permitió encontrar un gol en el viejo Atocha ante el Real
Madrid de DiStefano (9 de
octubre de 1955), un buen retrato
cinematográfico del fútbol: lo intentó con Antonio Eceiza ya en los primeros
años sesenta (con cortometrajes como A
través del fútbol) y lo siguió intentando hasta finales de los años
noventa con los veintidós capítulos de la serie El partido del siglo.
Pero se fue sin poder ver una gran película sobre
el fútbol... Y sabiendo que su modo de producir cine, de implicarse en un
proyecto hasta las últimas consecuencias sin pensar en posibilidades de negocio
y riesgos, buscando siempre plasmar algo que bucease en la esencia del ser
humano, estaba ya fuera de lugar y de tiempo. Para su desgracia... Y, sobre
todo, la nuestra.
Nacho Fernández del Castro,
17 de Junio de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario