jueves, 28 de febrero de 2013

María Asquerino: Interpretar como pasión... Ha muerto un ejemplo de vida.



 
«Los primeros diez años de mi vida los he pasado con hambre, miedos y angustias. A mi pobre abuelo [el actor César Muro], me recuerdo que le decían: “Tú eres un rojo de mierda. A ti no te vamos a dar trabajo.” Yo oía como le decían eso veces y más veces. La represión era tremenda
 (María Urdiaín Muro, conocida artísticamente como María ASQUERINO; (Madrid, 25 de noviembre de 1926 - 27 de febrero de 2013. Memorias, 1987.)
El ayer golpea, a veces, nuestra memoria con angustias como golpes, y es bueno reconocerlo... Y verbalizarlo.
Como hacía siempre, con mayor o menor fortuna, María Asquerino, actriz de larga estirpe que ayer hizo su mutis definitivo por el foro del gran escenario del mundo, tras una vida pródiga en la abierta defensa de sus verdades y en la voluntad colosal del trabajo interpretativo bien hecho más allá de la grandeza o insignificancia de lo representado.  Se quejaba ella de que, reconocida como una de las más grandes sobre las tablas, no había tenido, sin embargo, suerte en la gran pantalla... ¿Cómo podía pensar tal cosa quien comenzó siendo la veinteañera Pili de Surcos (1951) para José Antonio Nieves Conde, quien fuera la Encarnación, madre de la sensualmente bipolar Conchita, de Ese oscuro objeto del deseo (1977), la última película de Luís Buñuel, o quien diese vida a la Florentina de Mambrú se fue a la guerra (1986), para Fernando Fernán Gómez?... Y, aunque la libertad le llegase tarde, ya madura, todavía tuvo tiempo de ser musa de todas las nostalgias eróticas, de ganar un Goya como Mejor Actriz de Reparto  encarnando la Marcela de El mar y el tiempo (1989) para Fernando Fernán Gómez, de contribuir al nuevo cine español con su Esperanza de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (1995), para Agustín Díaz Yanes, o su  Encarna de La Comunidad (2000), para Álex de la Iglesia... Y de despedirse de su trabajo con toda dignidad en la presentación de ese aldabonazo de la comedia autonómica española que fue Pagafantas (Borja Cobeaga, 2009) donde aparecía como la Señora Begoña.
Jalones e hitos que, para cualquiera, justificarían una vida... Pero el talento es siempre autoexigente y el apasionado talento de María Asquerino quería más... Todo un ejemplo de insumisión ante un estado de cosas que, bajo un aparente bienestar, escondía (esconde) multitud de trampas que impiden que se pueda desarrollar lo mejor de cada cual. María Asquerino lo sabía y lo combatió siempre. Sepámoslo también nosotros en este mundo que nos ha tocado vivir, aplastados bajo alienaciones multiformes y oprobios globalizados... ¡Y actuemos en consecuencia!.
Nacho Fernández del Castro, 28 de Febrero de 2013